miércoles, 10 de noviembre de 2010

Director del Parque Nacional de Monfragüe



Ángel Rodríguez Director del Parque Nacional de Monfragüe
http://www.hoy.es/v/20101106/regional/padre-pastor-hasta-catorce-20101106.

Mi padre era pastor y hasta los catorce años viví en un chozo

JUAN DOMINGO FERNÁNDEZ
Vivió una infancia rodeado de dificultades pero se sintió feliz. De las penurias pasó a la Universidad y ahora sueña con ver de nuevo linces en Monfragüe...

Pasión viva por la naturaleza
Ha pasado su vida en el campo. Y al hablar tiene esa espontaneidad de quien se ha criado en contacto permanente con la naturaleza. Nacido en Pescueza (Cáceres) en 1955, Ángel Rodríguez Martín es el mayor de cinco hermanos. Vivió en un chozo hasta los 14 años y desde hace dos décadas es director de Monfragüe, primero en su etapa de Parque Natural y desde 2007 como Parque Nacional.
Monfragüe es el gran pulmón verde de Extremadura. Pero eso no deja de ser una frase hecha, un titular de periódico, porque para Ángel Rodríguez, casado y padre de dos hijas (la mayor Ingeniero de Montes y la segunda, terminando Técnico Forestal), Monfragüe es casi toda su vida, y su pasión. Conoce como nadie sus más de 18.000 hectáreas (que incluyen siete términos municipales, más otros 7 en la zona periférica) y ha fotografiado a muchas de sus 300 especies de vertebrados y de sus 1.600 especies de flora, de vegetación, desde que empezó a trabajar allí, como guarda forestal, en 1985, e incluso muchos años antes. El fruto de esa labor son unas 22.000 diapositivas que atesora en su casa.
Está convencido de que el lince regresará a esas frondosidades declaradas también Reserva de la Biosfera y donde se sigue manteniendo la apicultura, la saca del corcho, y las labores tradicionales. «Lo único prohibido dentro del parque es la caza», repite, pero lo demás se explota como un patrimonio natural que pertenece a todos los extremeños y que está ahí para el disfrute de la Humanidad.
«Los animales que yo criaba no se mataban nunca, eso era sagrado»
«Jugaba poniéndole a las bellotas tres patitas de jara y eran un cerdo ibérico precioso»
«Los buitres son animales carroñeros, pero la naturaleza no es nunca exacta»
Es campechano. Está orgulloso de sus padres, que viven aún con cerca de ochenta años en Coria, y de sus dos hijas, «que han seguido mis pasos», dice. Trabaja siete días a la semana, tiene el carnet número 5 de socio de Adenex y de pequeño tuvo que matar pájaros para comer.
-¿Usted era amigo de los animales desde niño?
-Evidentemente. Mi padre era pastor, hasta que se jubiló, y yo he estado en contacto con animales siempre, siempre.
-¿Ha tenido animales domésticos, o mascotas?
-Durante toda la vida, y los sigo teniendo. De pequeño criaba tórtolas, porque era una de las especies que tenía más cerca y que criaban con más facilidad. Y quería tenerlas todas. Es curioso, yo mataba pájaros para comer, es lo que hacíamos los niños en el campo, y sobre todo cuando estábamos en el campo, como era mi caso.
-¿Qué utilizaba, tirachinas, cepos, la escopeta de balines?
-Entre mis once y catorce años ya fue la escopeta de balines, pero antes, pues lo que el medio te daba. Pero los animales que yo criaba no se mataban nunca, eso era sagrado, hasta que se morían. Mi madre, sin querer o queriendo de vez en cuando pisaba alguna, porque aquello era imposible. Pero tórtolas he tenido siempre. Y ahora mismo tengo ocho perros.
-¿A las tórtolas qué les echaba para comer, trigo?
-Sí, trigo, que entonces lo había en cualquier finca; era algo que tenías a mano porque se sembraba mucho.
-O sea, que igual ha corrido también detrás de algún perdigón por los rastrojos...
-¡Que si he corrido...! Cuando cogías algún perdigón lo tenías, lo cuidabas y aquello era sagrado, no se mataba nunca. Es el doble funcionamiento de lo humano. Que ahora lo veo muchas veces en los documentales de pueblos más primitivos, cuando te encuentras que ellos viven de la caza pero sus animales son sagrados, no se matan nunca. Al final los humanos somos todos de la misma manera.
-¿Dónde estudió?
-El bachiller en el Instituto de Coria. Y después soy Técnico Forestal por la Universidad Politécnica de Madrid. Entonces existía otra en Huelva, pero no había ninguna más en España.
-Y ya empezó a trabajar en Monfragüe...
-Siempre estuve relacionado con esto. Primero, por ese ancestro de estar en el campo. Siempre fue mi medio. Y yo tenia claro que de ahí no salía. Por eso hice Técnico Forestal. Con Monfragüe había tenido la primera relación en los años 1976 o 1977, cuando aquellos líos con Jesús Garzón para declarar el parque. Después vienen mis estudios de los años 78 al 82, o algo así. En 1984 se convocaron oposiciones de agentes forestales y me presenté sin pensarlo. Saqué plaza y a Monfragüe de cabeza, cómo no, era mi obsesión y mi pasión.
-¿Y cómo lleva eso de tener que trabajar a veces en un recinto cerrado, en una oficina, por ejemplo?
-Mira, tan mal, tan mal, que no trabajo en la oficina prácticamente. Me paso los siete días de la semana (porque mi semana siempre tiene siete días, de vez en cuando descansa uno, pero no mucho) y en mis siete días, tres o cuatro estoy en Monfragüe... o en otro sitio. Pero en la oficina paso muy poquito tiempo. Queda claro que lo llevo mal.
-Pero en Monfragüe tienen buenas dependencias.
-Sí, la oficina central la tenemos aquí en Cáceres, en los servicios territoriales de la Consejería, pero allí hay una oficina más funcional, en Villarreal de San Carlos. Pero yo paso todo el tiempo que me dejan, que cada vez es menos, en el campo.
-¿La palabra ecologista ha ido ganando prestigio con los años?
-Creo que sí. Yo, que vengo de ese mundo, bueno, tengo el número 5 como socio de Adenex, por citar un ejemplo (vamos, y soy de Adena, de la Seo, lo típico de aquellos años, en que éramos muy poquitos y nos íbamos apuntando a lo primero que salía) creo que ecologista era un término más bien... despectivo, en definitiva. Eso ha ido cambiando, evidentemente. Hoy se utiliza con toda normalidad. Es un grupo de personas que está ahí y que son fundamentales para que esto vaya adelante, esa es la realidad.
-Viéndolo con una perspectiva temporal, ¿quiénes mantienen en Monfragüe una actividad más conservacionista, los abuelos, las generaciones anteriores, o los nietos?
-[Risas]. Hombre, ya hay de todo. Lo de los abuelos obedecía sobre todo a una necesidad. Nuestro medio, en el caso de Monfragüe, se ha tratado como se ha tratado, porque era necesario para poder sobrevivir. Eso ha cambiado mucho. Los de la caza, antes, por ejemplo, es porque tenías que comer de ella. Hoy, no. Hoy es un ocio que el Estado del bienestar en el que estamos te lo permite. Todo ha cambiado. Yo te diría que han ayudado a la conservación tanto unos como otros.
-El campo fue su medio natural.
-Hasta mis 14 años viví en un chozo. Así que salía a la puerta del chozo y estaba en el campo. ¡Hasta los 14 años!
-¿En una finca ajena?
-Claro, mi padre era pastor allí. Y digo esto porque quizás es importante decirlo: mi padre era pastor de ovejas que no eran suyas, era un pastor a sueldo. Nosotros vivíamos en un chozo, era el mayor de cinco hermanos y a la escuela iba cuando el tiempo no estaba muy malo. Empecé a ir a la escuela a partir de los seis o siete años. Después conseguí un maestro bueno y entre mis once y catorce años fue el tiempo que más aproveché. Para ir a la escuela tenía que andar ocho o diez kilómetros todos los días. Pero empecé mis estudios en el Instituto con catorce años, cuando todos mis compañeros tenían diez u once. Yo iba siempre cuatro o cinco años detrás, por esas circunstancias. Así que lo que te decía antes, lo de salir al campo, no; yo estaba en el campo.
-¿Cree que tuvo una infancia feliz?
-Por lo menos yo en aquel momento era tremendamente feliz. Hoy, cuando ves esas cosas y lo analizas, quizás me hubiera gustado tener otra, pero era tremendamente feliz. Y bueno, sobre gustos tampoco hay nada escrito. Hay quien huye de la abundancia a la necesidad porque se encuentra más a gusto. Pero en fin, yo entiendo que lo de estar bien es mejor que estar mal, sin duda. Añoraba muchas cosas tal vez por no poder tenerlas, y eso creo que te da más ilusión en la vida. Hay muchos que lo tienen todo y notas que no son felices.
-Seguro que tenía una navajita, pero a lo mejor se quedó con ganas de algunos juguetes...
-Yo era feliz. ¡Juguetes, dices! Jugaba poniéndole a las bellotas tres patitas de jara y eran un cerdo ibérico precioso. Y de la jara también, por su estructura, salen como tres patas, y eso eran los toros. Claro que seguramente entonces quería la bicicleta que después fue llegando.
-¿Cuál es su rincón favorito de Monfragüe?
-Lo he dicho alguna otra vez, es uno de los enclaves más mágicos que tiene Monfragüe, está en zona de reserva, y es el boquerón de Valero con su entorno. El salto del corzo está muy cerquita y, sobre todo, por ese encanto que tiene el estar fuera totalmente del mundo.
-¿Sin Jesús Garzón no hubiera existido Monfragüe como Parque Natural?
-En aquel momento, no, evidentemente. Aunque se hubiera declarado después. Pero en el año 1979, cuando se declara, sin haber dado él la cara y habérsela dejado partir más de dos veces -y yo fui testigo- no hubiera sido en aquel momento, sin duda.
-¿En qué ha cambiado Monfragüe desde su declaración como Parque Nacional?
-Es así de duro, pero lo digo: sobre todo en el presupuesto. El parque es el mismo, pero ahora tenemos más dinero para poder hacer cosas.
-¿Hasta el 2007, cuál era el presupuesto, más o menos?
-No ha habido nunca un presupuesto fijo, pero en los años 2005, 2006 y 2007, rondaba el millón de euros.
-¿Y ahora?
-También es muy variable, porque se han comprado fincas unos años y otros no, pero yo lo multiplico por diez claramente. Unos 10 millones de euros.
-¿Por países, qué ciudadanos son los más admiradores del parque?
-Creo que los más, ingleses, pero muy de cerca alemanes (holandeses muchos, que para ser menos los tenemos ahí) y franceses e italianos. Pero sobre todo ingleses, por su afición tan desmedida a la ornitología. Para ellos es un mundo extraordinario. Venir a Monfragüe y ver las cigüeñas negras, los buitres... de esa forma tan sencilla..., pues lo aprovechan.
-La Junta intentó expropiar la finca Valero, y no lo consiguió. ¿Al final eso ha sido bueno para Monfragüe?
-Claro que ha sido bueno al final. Aquello viene de otro tiempo y de otras circunstancias. Aquello se lanzó, no salió bien y en efecto, Valero es hoy posiblemente la mejor finca de dentro y del entorno del parque, sobre todo porque tiene un aprovechamiento muy compatible con lo que son los objetivos del parque. Valero, por tanto, con sus 4.600 hectáreas, es fundamental para la conservación de todo el entorno de Monfragüe.
-¿Hablar de ampliar el parque es nombrar la bicha?
-Hoy sí, porque nuestro único problema quizás es ese, pues la caza la prohibe la Ley de Parques Nacionales. Mejor dejarlo como está, porque estamos muy conformes como lo tenemos.
-Precisamente hace cuatro años citaba la falta de conejos como la principal amenaza. ¿Sigue siendo así?
-La principal amenaza son los incendios forestales. Eso es lo peor que nos puede pasar. Lo demás, si descendemos, nos vamos a eso, que cada vez es menos. Parques Nacionales, en sus fincas propias, está invirtiendo una cantidad importantísima en la recuperación del conejo, con vistas a que un buen día podamos reintroducir linces allí. Cada vez es menos grave, pero es siempre lo que falta para que prosperen los depredadores con mayor rapidez, en definitiva.
-Si se declara Patrimonio de la Humanidad junto a Plasencia y Trujillo, ¿cuál sería el beneficio más directo?
-Sobre todo, que se conocería más. El prestigio que le da. Y eso atrae a la gente. Con lo que se beneficia todo el entorno y el sector privado que hoy vive en la zona.
-¿Cuántos kilómetros camina al día Ángel Rodríguez?
-¿Al día? Muchos menos de los que quisiera. Si hacemos una media, no debo de pasar de seis, y me gustaría mucho más. Pero el día a día es que no me deja.
-¿Qué libro ha leído recientemente que le haya gustado?
-Uff. Verás, a mí que siempre me gustó mucho la geografía, la historia y la literatura clásica en general, hará cinco o seis años que no leo un libro como es debido. Las revistas científicas que nos afectan y que recibimos es casi lo único que leo, y poco más. No me acordaría por eso del último. Esa es mi circunstancia, desgraciadamente.
-¿El furtivismo ha desaparecido en Monfragüe?
-Siempre hay algo, pero no se puede considerar un problema. No falta porque es algo que siempre va con las zonas de caza mayor, pero hoy, realmente, no tiene importancia, de verdad.
-¿Alguna vez ha vivido una situación de peligro grave?
-Pues personalmente no, pero porque no estaba allí, estaba de vacaciones. Pero tuvimos un momento en Monfragüe, en el año 1990, -bueno, tuvieron-, cuando el gran incendio que se produjo de Serradilla hacia el parque, en el que el director de entonces, José Manuel Salinas y algún otro técnico que estaba con él, se quedaron aislados junto al Salto del Gitano y, de hecho, se les sacó con una barca para el otro lado. No estuve allí, pero aquel momento tuvo que ser muy difícil.
-¿Por qué tienen tan mala fama los buitres?
-Pues porque se dice de ellos lo que no es. Ese es el gran problema. Los buitres son animales carroñeros, eminentemente, pero la naturaleza no es nunca exacta, y siempre ha habido excepciones. En las películas tenemos ejemplos. ¡Los tigres devoradores de hombres! Los tigres no atacan a las personas normalmente, pero de vez cuando hay un elemento que se aprende esa historia y es más fácil. Con los buitres ha ocurrido siempre, ahora esto, unido a la obligación de retirar los cadáveres de reses muertas se empieza a unir una cosa con otra y ya tenemos el problema. No digo que pueda ocurrir [los ataques a reses vivas], pero es algo excepcional y no como se cuenta.
-La autonomía de los buitres es muy grande ¿no?
-Los buitres se pueden ir a sesenta o setenta kilómetros buscando comida. Pueden llegar a Cáceres, por poner un ejemplo. Depende mucho del alimento que tengan.
-¿Sueña con que vuelvan alguna vez los linces a Monfragüe?
-No solo lo sueño, es que estoy seguro. Linces hemos tenido en Monfragüe hasta hace muy poco tiempo. Visto por dos guardas, que les pasó uno delante, en el año 1992. Pero yo en el año 1995, y estábamos tres personas, estamos convencidos de haber escuchado también a un lince. A lo mejor era el último de los últimos. Hoy lo damos como que no existen. Pero igual que se nos han ido, creo que no es nada difícil reintroducirlos. Estoy convencido que volveremos a tener linces en cuatro o cinco años.