domingo, 27 de febrero de 2011

Los últimos cabreros de la sierra

Los últimos cabreros de la sierra
27.02.11 - 00:17 -
ELOY GARCÍA LOSAR DE LA VERA.

Denuncian que el descenso de explotaciones afecta al ecosistema, provocando incluso enfermedades entre las montesasLa paulatina desaparición de pastores en La Vera provoca que el monte se esté echando a perder
«El monte está hecho un verdadero desierto, no hay comida para los animales»
«La Junta sabe que se están muriendo muchas cabras y no hace nada»
«La sierra está hecha un verdadero desierto. No hay comida para los animales. La maleza se lo come todo, hasta tal punto que las cabras no pueden llegar a los manantiales». Así describe Lorenzo Domínguez -que ha pasado 74 de sus 76 años de edad en la montaña como pastor- la situación de la sierra en general, y la de Losar de la Vera en particular.
Se refiere a la proliferación de matorrales y maleza en la sierra, a consecuencia del drástico descenso experimentado por la actividad ganadera, principalmente caprina. Esta bajada de la actividad está afectando al ecosistema, hasta tal punto que las propias cabras montesas se están quedando sin comida, llegando incluso a enfermar -asegura- y morir por la mala calidad de ésta.
Compañeros pastores, cazadores y vecinos apoyan las palabras de Domínguez, quién a su edad se resiste a abandonar la vieja casa de piedra que habita junto a su esposa e hijo, a pocos metros de la majada donde guarda 360 cabras. Cada vez quedan menos como él.
La falta de actividad en la sierra conlleva el progresivo abandono de la misma, con el avance de los carabones (un tipo de matorral que sobrevive bien en la altura) sobre el pasto y los árboles, lo que a su vez aumenta el riesgo de incendio. «Antes, con las quemas controladas que ya no nos dejan hacer, teníamos la sierra limpia y la comida garantizada para nuestras cabras, donde también comían las cabras montesas», señala.
Menos familias en la sierra
Para entender la situación de abandono de la sierra, Domínguez recuerda que frente a las 35 familias con otras tantas explotaciones que pocas décadas estaban instaladas en la sierra, en la actualidad solo perduran cinco, que suman un total de un millar de cabras. «Y demasiado estamos aguantando. Apenas hay ayudas y así no se puede trabajar. El pienso cada vez vale más y los cabritos los estamos vendiendo al mismo precio que hace 25 años», lamenta. «Es que un kilo de pienso te vale más que un litro de leche», puntualiza su hijo Juan Daniel, sentado con sus padres junto a la estufa de la vieja cabaña, mientras en el exterior comienza a nevar.
De ahí que no dude en reivindicar más ayudas a las administraciones para que esta actividad, cargada de tradiciones, no se acabe perdiendo. «Ayudándonos a nosotros también contribuirían a mantener limpio el monte. Aquí nadie vendrá a arreglar los caminos ni a quitar la maleza cuando nosotros nos vayamos», recalcando que en dos o tres años abandonarán la explotación, una vez finalicen las exiguas subvenciones que aun perduran. «El monte llama a más monte, y acabará como un gran desierto. Aunque por arriba se vea vegetación (por los carabones), miras bajo ellos y solo hay piedras», concluye pesaroso.
Cabrero retirado
Otros no aguantaron tanto como este veterano cabrero y decidieron regresar al pueblo y probar suerte con otros trabajos, en la mayoría de los casos temporales. Este es el caso de Francisco Fernández, de 54 años de edad. Hace ocho que desistió, tras 15 de actividad ganadera. «Lo dejé porque no te dejaban trabajar. No podías hacer quemas controladas y la sierra es como una plantación de tabaco. Si no la cuidas y la preparas no tienes a nadie. Se está llenando de enebros, que son devastadores». Aquí asegura que tiempo atrás eran las propias cabras las que frenaban la proliferación de enebros y que sin éstas, las propias montesas acaban pasando hambre y enfermando. «La boca se pone mala, tienen diarreas y empiezan a quedarse secas hasta que mueren. La Junta tiene que saber que están muriendo animales», denuncia a la vez que pide la intervención de la Administración.
Por otro lado hace una advertencia. La falta de quemas controladas, la proliferación de maleza, la insuficiente limpieza y saneamiento de la sierra «hará que antes o después se queme entera. Una chispa o un rayo para que arda, y ese día no habrá quién lo pare», lamenta. Finalmente puntualiza que los cabreros siempre han extremado las precauciones a la hora de hacer quemas controladas. «Uno que sea ganadero jamás quema nada en verano. Siempre en otoño, cuando la tierra está 'tupía' de agua para que el fuego no corra», concluye.
Cazador
Pedro Miranda se define a sí mismo como cazador, amante de la naturaleza y la sierra. Así que aprovecha su tiempo libre para hacer senderismo o salir de caza.
«Lo que yo he podido ver es que la cabra montés está enferma. No sé lo que es, pero tienen la boca llena de ampollas, que al final las impide comer y mueren», explica. Al igual que Domínguez y Fernández, Miranda aboga por las cabras 'caseras' y las quemas controladas como forma de garantizar la alimentación de los animales salvajes.
«Ahora no hay comida y se nota. La caza está bajando cada vez más. Llevo muchos años subiendo a la sierra y nunca había visto esto», tildando el actual estado de la montaña como selva, lamentando que la Administración solo se preocupe de mantener «rutas limpias por donde van a llevar a los cazadores», denuncia este amante de la naturaleza.
En definitiva, que buena parte de los usuarios -en uno u otro sentido- de la sierra no están de acuerdo con la gestión que de la misma se está haciendo desde las administraciones, por lo que solicitan más atención para lo que consideran, además de patrimonio natural, una gran fuente de riqueza.

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